En México, la tradición del Día de Muertos se expande para honrar a los miembros más peludos de la familia: las mascotas. Cada 27 de octubre, altares coloridos y llenos de ofrendas se levantan no solo para recordar a los seres humanos queridos, sino también a aquellos animales de compañía que dejaron una huella imborrable en nuestros corazones.
Un Duelo Visible y Validado
La inclusión de mascotas en los altares de Día de Muertos responde a una creciente necesidad de validar el duelo por la pérdida de un animal de compañía. Fotos, juguetes, platos de comida y otros objetos que recuerdan a perros, gatos, aves u otros animales se suman a los elementos tradicionales de la ofrenda.
Este gesto simboliza el reconocimiento del profundo vínculo emocional que se establece entre humanos y animales. Estudios de la American Psychological Association (APA) y de la Universidad de Colorado demuestran que la interacción con mascotas libera oxitocina, la hormona del amor y el apego. Por lo tanto, la pérdida de una mascota genera un dolor comparable al de la pérdida de un ser humano querido.
El Duelo Desautorizado y la Respuesta Cultural
A diferencia del duelo por una persona, la pérdida de una mascota a menudo carece de reconocimiento social, lo que puede llevar a un “duelo desautorizado”. La ofrenda de Día de Muertos emerge como una respuesta cultural y terapéutica ante esta carencia, permitiendo a las familias expresar su amor y honrar la memoria de sus compañeros animales.
La práctica de montar un altar para una mascota ofrece un espacio para procesar el dolor, compartir recuerdos y celebrar la vida del animal. Es un acto de amor, unión familiar y tradición que se adapta a los tiempos modernos, reconociendo el lugar especial que las mascotas ocupan en nuestros corazones.
Así, cada 27 de octubre, los altares mexicanos se llenan de color y cariño, honrando tanto a los ancestros humanos como a aquellos amigos peludos que nos brindaron compañía, alegría y amor incondicional.