El 28 de noviembre de 2016 marcó un antes y un después en la historia del fútbol sudamericano. La tragedia del vuelo de Chapecoense, que se cobró la vida de 71 personas, sigue resonando en la memoria colectiva. A nueve años de aquel fatídico día, recordamos el evento y exploramos cómo se mantiene viva la llama de la memoria.
Un Recuerdo Imborrable en la Conmebol
La Conmebol ha dedicado un espacio en su museo, ubicado en Luque, Paraguay, para conmemorar la tragedia de Chapecoense y otros accidentes aéreos que enlutaron al fútbol sudamericano. Este espacio busca honrar la memoria de las delegaciones que dejaron una huella imborrable en la historia del deporte. La leyenda "Aquí arde la llama que nunca se acaba" preside el sector, simbolizando el legado, la pasión y el amor por el fútbol que une a todos.
El Vuelo que Nunca Llegó
El vuelo LaMia 2933, que partió de Santa Cruz de la Sierra con destino a Medellín para la final de la Copa Sudamericana contra Atlético Nacional, jamás llegó a su destino. La falta de combustible y otras negligencias provocaron el fatal desenlace. Entre las víctimas se encontraban jugadores, cuerpo técnico, directivos, tripulantes y periodistas.
El Testimonio de un Sobreviviente: Alan Ruschel
Alan Ruschel, uno de los tres futbolistas que sobrevivieron a la tragedia (junto con Neto y Jackson Follmann), continúa su carrera deportiva. Su testimonio, a nueve años del accidente, ofrece una perspectiva única sobre los momentos previos al impacto y la lucha por la supervivencia. Ruschel personifica la resiliencia y la esperanza en medio del dolor.
Más Allá del Accidente: Legado y Memoria
La tragedia de Chapecoense no solo dejó un vacío en el mundo del fútbol, sino que también generó un profundo impacto emocional en la sociedad. El club, a pesar de las adversidades, ha logrado reconstruirse y seguir adelante, inspirando a muchos con su espíritu de lucha. El recuerdo de las víctimas perdura a través de homenajes, murales y el testimonio de los sobrevivientes.
El accidente del Chapecoense sirve como un recordatorio sombrío de la fragilidad de la vida y la importancia de la seguridad en la aviación. También destaca la solidaridad y el apoyo que surgieron tras la tragedia, uniendo a personas de diferentes países en un sentimiento común de duelo y esperanza.
En la noche de la tragedia, pobladores rurales escucharon los “gritos y llamados de socorro” de los sobrevivientes y avisaron a los rescatistas. Así se llegó al lugar donde se estrelló el avión de la compañía boliviana Lamia, a kilómetros de Medellín. La tragedia del Chapeocoense dejó 71 muertos y seis sobrevivientes.